17 Mi alma está alejada de la paz, he olvidado la dicha. 18 Digo: ¡Ha fenecido mi vigor, y la esperanza que me venía de Yahveh! 19 Zain. Recuerda mi miseria y vida errante: ¡es ajenjo y amargor! 20 Lo recuerda, lo recuerda, y se hunde mi alma en mí. 21 Esto revolveré en mi corazón, por ello esperaré: 22 Jet. Que el amor de Yahveh no se ha acabado, ni se ha agotado su ternura; 23 cada mañana se renuevan: ¡grande es tu lealtad! 24 «¡Mi porción es Yahveh, dice mi alma, por eso en él espero!» 25 Tet. Bueno es Yahveh para el que en él espera, para el alma que le busca. 26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Yahveh.
8 Clemente y compasivo es Yahveh, tardo a la cólera y lleno de amor.
10 No nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
13 Cual la ternura de un padre para con sus hijos, así de tierno es Yahveh para quienes le temen; 14 que él sabe de qué estamos plasmados, se acuerda de que somos polvo.
15 ¡El hombre! Como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece; 16 pasa por él un soplo, y ya no existe, ni el lugar donde estuvo vuelve a conocerle.
17 Mas el amor de Yahveh desde siempre hasta siempre para los que le temen, y su justicia para los hijos de sus hijos, 18 para aquellos que guardan su alianza, y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
23 44 Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. 45 El velo del Santuario se rasgó por medio 46 y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, en tus manos pongo mi espíritu» y, dicho esto, expiró.
50 Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo.
52 Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús 53 y, después de descolgarle, le envolvió en una sábana y le puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie había sido puesto todavía.
24 16 Pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.