1 Oíd, pues, reyes, y entended. Aprended, jueces de los confines de la tierra. 2 Estad atentos los que gobernáis multitudes y estáis orgullosos de la muchedumbre de vuestros pueblos. 3 Porque del Señor habéis recibido el poder, del Altísimo, la soberanía; él examinará vuestras obras y sondeará vuestras intenciones. 4 Si, como ministros que sois de su reino, no habéis juzgado rectamente, ni observado la ley, ni caminado siguiendo la voluntad de Dios, 5 terrible y repentino se presentará ante vosotros. Porque un juicio implacable espera a los que están en lo alto; 6 al pequeño, por piedad, se le perdona, pero los poderosos serán poderosamente examinados. 7 Que el Señor de todos ante nadie retrocede, no hay grandeza que se le imponga; al pequeño como al grande él mismo los hizo y de todos tiene igual cuidado, 8 pero una investigación severa aguarda a los que están en el poder. 9 A vosotros, pues, soberanos, se dirigen mis palabras para que aprendáis sabiduría y no faltéis; 10 porque los que guarden santamente las cosas santas, serán reconocidos santos, y los que se dejen instruir en ellas, encontrarán defensa. 11 Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán.
3 Juzgad en favor del débil y del huérfano, al humilde, al indigente haced justicia; 4 al débil y al pobre liberad, de la mano de los impíos arrancadle!»
6 Yo había dicho: «¡Vosotros, dioses sois, todos vosotros, hijos del Altísimo!» 7 Mas ahora, como el hombre moriréis, como uno solo caeréis, príncipes.
11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea, 12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia 13 y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» 14 Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes.» Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. 15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; 16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. 17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? 18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?» 19 Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado.»