14 Volved, hijos apóstatas – oráculo de Yahveh – porque yo soy vuestro Señor. Os iré recogiendo uno a uno de cada ciudad, y por parejas de cada familia, y os traeré a Sión. 15 Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia. 16 Y luego, cuando seáis muchos y fructifiquéis en la tierra, en aquellos días – oráculo de Yahveh – no se hablará más del arca de la alianza de Yahveh, no vendrá en mientes, no se acordarán ni se ocuparán de ella, ni será reconstruida jamás. 17 En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
10 Oíd la palabra de Yahveh, naciones, y anunciad por las islas a lo lejos, y decid: «El que dispersó a Israel le reunirá y le guardará cual un pastor su hato.» 11 Porque ha rescatado Yahveh a Jacob, y le ha redimido de la mano de otro más fuerte. 12 Vendrán y darán hurras en la cima de Sión y acudirán al regalo de Yahveh: al grano, al mosto, y al aceite virgen, a las crías de ovejas y de vacas, y será su alma como huerto empapado, no volverán a estar ya macilentos. 13 Entonces se alegrará la doncella en el baile, los mozos y los viejos juntos, y cambiaré su duelo en recocijo, y les consolaré y alegraré de su tristeza.
18 «Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. 19 Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. 20 El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; 21 pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumba enseguida. 22 El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. 23 Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.»