2 Aquel día el germen de Yahveh será magnífico y glorioso, y el fruto de la tierra será la prez y ornato de los bien librados de Israel. 3 A los restantes de Sión y a los que quedaren de Jerusalén, se les llamará santos: serán todos los apuntados como vivos en Jerusalén. 4 Cuando haya lavado el Señor la inmundicia de las hijas de Sión, y las manchas de sangre de Jerusalén haya limpiado del interior de ella con viento justiciero y viento abrasador, 5 creará Yahveh sobre todo lugar del monte de Sión y sobre toda su reunión, nube y humo de día, y resplandor de fuego llameante de noche. Y por encima la gloria de Yahveh será toldo 6 y tienda para sombra contra el calor diurno, y para abrigo y reparo contra el aguacero y la lluvia.
1 ¡Oh, qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa de Yahveh! 2 ¡Ya estamos, ya se posan nuestros pies en tus puertas, Jerusalén!
3 Jerusalén, construida cual ciudad de compacta armonía, 4 a donde suben las tribus, las tribus de Yahveh, es para Israel el motivo de dar gracias al nombre de Yahveh.
6 Pedid la paz para Jerusalén: ¡en calma estén tus tiendas. 7 Haya paz en tus muros, en tus palacios calma!
8 Por amor de mis hermanos y de mis amigos, quiero decir: ¡La paz contigo! 9 ¡Por amor de la Casa de Yahveh nuestro Dios, ruego por tu ventura.
5 Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un centurión y le rogó 6 diciendo: «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos». 7 Dícele Jesús: «Yo iré a curarle». 8 Replicó el centurión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. 9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: “Vete”, y va; y a otro: “Ven”, y viene; y a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace». 10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. 11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos».