





La primera profesión inaugura una nueva fase en la formación. Ésta surge del dinamismo y la estabilidad que trae consigo la consagración. En ella, la religiosa, recoge los frutos de las etapas precedentes, continúa su propio crecimiento humano y espiritual por la práctica animosa de aquello a lo cual se ha comprometido y mantiene el impulso recibido en el noviciado.

Antes de la profesión perpetua, la religiosa hace, en la medida de lo posible, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio durante un mes. Ésto, a fin de vencerse a sí misma y de ordenar su vida según el espíritu del Instituto, sin determinarse jamás por afición alguna que desordenada sea. No puede ser dispensada de ellos sino por la Madre General y su Consejo, en algún caso extraordinario, pues es uno de los medios más eficaces de formación del espíritu y como el alma de esta etapa previa a los votos perpetuos.