“Cuando oréis decid: “Padre…” Lucas 11, 1-13
De la abundancia del corazón hablan los labios. El de Jesús está henchido de filialidad. Por eso, lo primero que nos enseña como actitud previa antes de dirigirnos a Dios, es la de sentirnos sus hijos.
Pienso en el pastorcito de los Andes peruanos. Le encantaba lanzar desde aquellas alturas su saludo filial al Dios que ya conocía para escuchar la voz potente del eco que repetía majestuoso: “¡Padre…!” Y esa era su oración cuotidiana y permanente.
Quiero pronunciar una y otra vez el Abbá que un día lanzó desde mí el Espíritu Divino y dejarme llenar de la Grandeza infinita del Amor Paternal de Quien me mantiene en la existencia y me regala su Ternura y solicitud infinitas.
¡Proclama mi alma la Grandeza del Señor! (A.E.C.)