Transfiguración del Señor / Imagen tomada de Internet
“Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la sublime gloria le trajo aquella voz: “Éste es mi Hijo amado, mi predilecto”. Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con Él en la montaña sagrada.” 2 Pedro 1, 16-19
Pido al Señor la gracia de subir cada día, ojalá hora tras hora, minuto a minuto, segundo a segundo a la montaña santa para permanecer en el Espíritu Divino en la presencia de mi Dios Uno y Trino. De lo contrario, me pierdo en continuas pequeñeces y dejo pasar el precioso tiempo que aún me concede el cielo. Lo anterior, no significa que viva fuera de mi realidad inmediata pero sí no únicamente en ella. “En Dios estamos, nos movemos y somos” (Cfr. Hechos 17, 28) pero con los pies en la tierra. Entonces, debemos escuchar y obedecer al predilecto del Padre y nuestro Hermano Mayor, muerto y resucitado por nuestra salvación.
Madre, Contigo quiero dejarme envolver en la gloria de Dios para descender de la montaña y vivir el Misterio Redentor. (A.E.C.)