“… con todo sólo de nuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a nosotros entre todos los pueblos como sucede hoy.” Deuteronomio 10, 12-22
Confieso que hoy me gozo mucho más con esta afirmación de la Palabra Divina; al buscar mis antepasados llegaron a la conclusión de que mi primer apellido es de ascendencia hebrea. Sé que sobre ese pueblo díscolo y deicida gravita el amor infinito de mi Dios no obstante sus rebeldías y desobediencias. La segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios verdadero como el Padre y el Espíritu Santo, tomó nuestra naturaleza humana en el seno virginal de nuestra Madre María; y todo por obra del Santo Espíritu. Pero si este Misterio me sobrecoge, me asombra no menos el enamoramiento de Dios de sus creaturas pecadoras e ingratas, entre las cuales estoy yo misma.
Gracias, mi Dios por tu gran Ternura y Misericordia. (A.E.C.)