“Desde lo hondo a ti grito: Señor, Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.” Salmo 130
Ante la infinita Santidad de Dios reconozco mi condición de pecadora. San Pablo afirma en su carta a los romanos que todos hemos pecado y estamos privados de la gloria de Dios (Cfr. Romanos 3, 23).
Sé de un grupo de mujeres equivocadas que a partir de esta carta a los romanos cambiaron su supuesto trabajo sexual y tuvieron trabajos muy dignos. Qué alegría siento cuando pienso que el Señor es mi Padre y siempre nos escucha si nos acercamos a Él con un corazón sincero y filial; éste es el gran consuelo de mi vida. No estamos abandonados a nuestra suerte; sí, el Señor es Bueno, infinitamente Bueno y cuida de nosotros.
Señor, yo confío en Tí. (A.E.C.)