San Agustín / Imagen tomada de Internet
“Nadie puede venir a mí, si el Padre que me envió no le atrae.” Juan 6, 44-51
Agradezco al Señor con todas mis fuerzas el que me haya atraído hacia Él; yo lo he aceptado voluntariamente y soy inmensa e infinitamente feliz. Recuerdo aquél versículo del salmo: “Gustad y ved cuán bueno es el Señor” (Salmo 34,8). Sí, nada puede compararse con esta dicha inmensa. Con razón San Agustín dice: “Dadme un corazón lleno de placeres espirituales y hambriento por la justicia, que se mira como extranjero en el desierto de esta vida, que suspira con una sed ardiente por la fuente de su patria eterna. Dadme un corazón tal como yo os lo pinto y conoceréis la verdad de mis palabras.” Esta es la auténtica y verdadera felicidad; repito una y mil veces: he gustado y he visto cuán Bueno es el Señor. Por eso quiero honrarle, glorificarle y darle a conocer para que sea amado, servido y así muchísimos podamos estar por siempre con Él.
¡Amén! Madre, haz que ésto sea realidad y gracias. (A.E.C.)