“Pues así mismo estad vosotros igualmente preparados porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijos del Hombre.” Mateo 24, 37-44
Me acojo a la Misericordia infinita de mi Dios para el momento en el que deba presentarme ante Él. Le suplico me perdone todas mis ofensas y omisiones y me revista con los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. De mi misma nada bueno puedo presentar pues soy polvo y en polvo me convertiré (Cfr. Génesis 3,19) Pero me acojo a los méritos de mi Redentor y a la ternura y asistencia de mi Madre Santísima. Si Ella se hace presente cuando no estoy esperando que lo haga, ¿cómo no lo va a estar cuando se lo ruegue y necesite? Aquí digo nuevamente la jaculatoria que escuché frecuentemente a una tía: “Suple Señor te ruego, todo lo que me falta, súplelo por mí”.
Madre, desde ahora te lo digo: no me desampares a la hora de mi muerte. ¡Amén! (A.E.C.)