“Al ver a las gentes se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.” Mateo 9, 35 – 10, 1; 6-8
No puedo permanecer indiferente ante quienes padecen hambre, frío, abandono, ausencia de amor y de Dios en sus vidas. El mundo está más y más extenuado aún en medio de la riqueza material. Llegan a mí muchos sin fe, sin esperanza, desconocen la paz y el amor.
El campo asistencial, social y político no ha sido el nuestro pero el Evangelio si es muy explícito: “… porque tuve hambre y me diste de comer…” No puedo cerrarme ante los necesitados. Si el Señor es tan generoso con nosotros tengo que dar de lo recibido. Lo mínimo que se me pide es respeto, bondad, compasión.
En cuanto al pan material tengo que ser austera, no despilfarrar y tener discernimiento al dar de lo que recibimos.
¡Dame tus sentimientos Señor! (A.E.C.)