“… vió y creyó.” Juan 20, 2-8
¡Ver y creer! Yo también debo hacer lo mismo. Mejor dicho: quiero tener los ojos de mi espíritu limpios, muy limpios para ver los misterios divinos y a través de lo externo penetrar en mi Dios y en sus designios de amor salvador. Pero a veces no tengo ante mí nada sensible y sin embargo, percibo espiritualmente la presencia Divina, me dejo envolver en esa experiencia y cobro nuevas fuerzas para continuar por el camino de la vida creyendo firmemente que el Señor está Vivo, a mi lado.
¡Qué inmensa felicidad!: he visto allá muy dentro de mi alma y he creído. Entonces, debo vivir dichosamente enamorada y contar a todos lo que he visto por su Gran Misericordia.
¡Amén! Sí Mamacita: Contigo digo: ¡Amén! (A.E.C.)