Pesebre.
Foto: Archivo.
“Pues de su plenitud todos hemos recibido gracias tras gracias.” Juan 1, 1-18
Sí, en el Pequeñito nacido de la Virgen Santísima en Belén, hace ya más de 2.000 años, está la Plenitud de la Divinidad y por tanto la Perfección Infinita. Es Omnipotente y Omnisciente, infinitamente Bueno, Santo, Bello, Amable, Misericordioso. Y por supuesto, su Amor Redentor sobrepasa cuanto puede imaginar la mente humana. Vino desde su Trono de Gloria y adoptó nuestra naturaleza frágil y herida por el pecado para que pudiéramos acceder a la amistad con su Padre y al cielo, si así lo queremos.
¡Tenemos al Salvador entre nosotros! En Él y con Él terminan nuestras carencias del alma, se colman nuestros anhelos y descansa nuestro espíritu.
Gloria, gloria y honor a mi Dios Uno y Trino que está con nosotros en este Pequeñito que sufre frío y hambre como cualquier mortal a pesar de ser Dios y todo por el Amor más grande.
Madre, da gracias por mí y por todos nosotros al Señor. (A.E.C.)