Odres nuevos.
Imagen tomada de Internet.
“… a vino nuevo, odres nuevos”. Marcos 2, 18-22
Todas las gracias del Señor debo recibirlas como lo que son: nuevas. Nuevo y eterno su amor esponsal, nuevas sus ternuras y sus predilecciones de cada día, nueva, viva y real su Presencia en la Divina Eucaristía, nuevas sus llamadas y divinas exigencias a través de su Palabra. Sí, mi Señor es desde siempre pero todo en Él es nuevo. Él es la Misma Juventud, su Corazón lo estrena cada día para amarme con Amor Único y quiere que yo lo ame con la frescura, la alegría, el entusiasmo, la pureza y sinceridad del Primer Amor. Mi Dios es siempre eterno y nuevo. Mi Dios no se envejece, su amor tampoco. El mío debe permanecer siempre recién estrenado y fundido con el del Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida.
Dame oh Dios Eterno y Joven un corazón siempre nuevo, siempre fresco para amarte con el tuyo Personal e Infinito desde el Corazón de mi Madre la siempre Virgen María. (A.E.C.)