Curación del ciego.
Imagen tomada de Internet.
“Él le sacó de la aldea, llevándole de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿ves algo?” Marcos 8, 22-26
Me detengo en las acciones que realizó Nuestro Señor con este ciego: Le sacó de la aldea, le llevó de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿ves algo? Tras la respuesta del ciego, le pone de nuevo las manos en los ojos y le cura.
Quiero seguir siendo objeto de la Misericordia y del Poder de mi Salvador. Reconozco que me lleva de su Mano Omnipotente, unge mi mirada interior con su Espíritu, toca todo mi ser en la Eucaristía y se interesa en lo que veo. Y todo para que no continúe ciega en mis debilidades y solo tenga ojos para Él, Hombre perfecto y Dios como el Padre y el Paráclito Divino y les ame con su mismo amor.
¡Madre, te necesito! (A.E.C.)