Jesús de Nazareth.
Imagen tomada de Internet.
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Mateo 16, 13-19
Poder responder a esta pregunta, afirmar algo sobre la Persona de Nuestro Señor Jesucristo, es ya un inmenso privilegio. Imposible alejarme de la afirmación: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. El Mesías: El esperado, el Liberador de Israel, Aquél que viene a salvar a su pueblo. Así debo recibirlo cada día, ninguna cadena puede esclavizarme; ya Él nos redimió. Si nosotros nos dejamos salvar, si acudimos a los Sacramentos, si nuestra vida es recta, fiel, generosa, si oramos, si ahondamos en su conocimiento sobre todo por medio de su Palabra, Él nos hará felizmente libres de toda cadena y opresión. Jesús se entregó por nosotros; Él Mismo es nuestro rescate. Se entregó, se entrega sin medida, nada se reservó de sufrimiento porque vino a salvarnos en derroche de Amor Infinito. Jesús es el Hijo de Dios Vivo. Es Hombre y Dios a la vez, el Unigénito del Padre, su Predilecto, su muy Amado, Aquél en Quien se complace. Y este Jesús es mi Esposo, se da a mi cada día en su Palabra, en la Eucaristía, en la oración. Lo tengo, nadie puede arrebatármelo, me salva, nos salva. ¡A eso vino!
¡Gloria a Tí Señor! (A.E.C.)