San Juan Pablo II en oración.
Imagen tomada de Internet.
“Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en lo escondido.” Mateo 6, 1-6; 16-18
Me quedo con tres acciones: entrar, cerrar, rezar.
Entrar: Si estoy fuera de mí, si me dejo atrapar en cosas vanas, ruidosas, si no adquiero el hábito de buscar a mi Dios Uno y Trino que me espera en lo más secreto de mí misma, me convierto en una persona superficial que deja escapar el tiempo y la vida sin llegar a poseer la parte mejor: la escucha y la intimidad con el Señor.
Cerrar: Debo dejar fuera todo lo que interfiera la relación estrecha, limpia, humilde, silenciosa y pacífica con el Señor. Necesito ejercitar la virtud de la fe y perseverar. Un instante de la Presencia de Dios advertida basta para no querer buscar afuera lo que no sea Él mismo.
Rezar: Más que hablar mucho, me basta fijar mis potencias en el Objeto Supremo de mi amor y adoración. No tengo que decir muchas palabras sino orar con el corazón; orientar todo mi ser interior, mi alma, espíritu, voluntad y afectos hacia el que Es.
Mi Madre dulcísima está conmigo, me enseña, alienta e intercede para que no me quede afuera, al vaivén de distracciones y cosas engañosas y tontas.
Confío en Tí, oh mi Dios, y en Tí Madrecita de mi alma. (A.E.C.)