San Juan Pablo II en oración.
Imagen tomada de Internet.
“Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza”. Jeremías 17, 5-10
En las relaciones interpersonales tengo confianza proporcional a las cualidades y personalidad en general de la otra persona. Por tanto, si pienso en la que me inspira el Señor no tiene límite ya que Él es infinitamente Perfecto. Siempre me escucha con infinito amor; Él desea ardientemente que le abra mi corazón, que le exprese mis temores, alegrías y deseos, mis tristezas y en fin todo lo que pienso y siento. Me conoce, comprende y anhela ayudarme. Eso es lo que debo practicar y enseñar. El mismo Señor, mi Dios Uno y Trino “es mi fuerza y mi escudo, en Él confía mi corazón”. (cfr. Sal 28, 7)
Toda la Palabra de Dios, sobre todo los salmos, son una invitación a no permitirnos la desconfianza.
Jesús, yo confío en ti. Jesús, yo confío en ti. Jesús, yo confío en ti. (A.E.C.)