“¡Y no quieren venir a mí para que tengan vida!” Juan 5, 31-47
Realmente en nuestra naturaleza está el instinto de conservación de la existencia terrena pero la gran mayoría viven como sino existiera la eterna. En estos momentos tememos a un microorganismo que puede causarnos la muerte corporal, pero muchísimos no temen al pecado que nos hace perder la gracia o vida del alma. Pienso que el encierro forzoso que se nos ha pedido es un regalo de Dios. Es el momento de ir a Él, de pensar en Él, de leer su Palabra bajo la acción del Espíritu Santo y de permitirle a ese mismo Espíritu que nos haga dóciles a su acción. Que esta pausa forzosa nos permita crecer espiritualmente ante la seriedad del momento y el tiempo menos cargado de ocupaciones y distracciones.
Señor, haznos más fuertes espiritualmente en este receso forzoso.
Madre querida, ayúdanos. (A.E.C.)