María unge los pies de Jesús.
Imagen tomada de Internet.
“Dejadle, que lo emplee para el día de mi sepultura; pues en cuanto a mí no me tendréis siempre.” Juan 12, 1-11
El Señor agradece todo gesto de amor, de adoración, de entrega y reconocimiento a su Persona divina. Como Dios, es infinito en perfecciones y como Hombre tiene sentimientos y muchísimo más finos que los nuestros. Si a nosotros nos duele un desprecio, una ingratitud, a Él muchísimo más.
Hablando en sentido figurado, ¿cuál es el perfume finísimo con el que lo unjo? Deberían ser mis actos de fe, esperanza y amor. El amor es ingenioso y encuentra muchísimas maneras para complacer a la persona amada. Por eso la Persona de Nuestro Señor Jesucristo en la Divina Eucaristía debe ser objeto de todo nuestro amor, adoración, veneración, culto, esmero y compañía.
Madre, alcánzame tus sentimientos para acercarme a Él y estar en su Presencia Sacramental de la mejor manera posible. (A.E.C.)