Sepulcro vacío, Casa del Ave María.
“… entró también; y vio y creyó por el testimonio de los ojos; porque aún no habían entendido de la Escritura que Jesús debía resucitar de entre los muertos.” Juan 20, 1-9
Esa es mi alegría, mi suprema felicidad. No sigo a un muerto; Él, la razón de vida, Aquél a Quién sirvo y en Quien creo, está vivo. “Murió y ahora vive para siempre.” No le he visto físicamente, pero me ha permitido saber con un conocimiento interior, no sensorial, que está felicísimamente a mi lado en la plenitud de la Vida para nunca más morir. Su Presencia colma todos mis anhelos y expectativas, plenifica mi vida entera. Sé que mi Salvador Vive, que está más cerca de mi de lo que yo pudiera imaginar, que es el mismo ayer, hoy y siempre. Conocer y aceptar esta verdad, no a nivel de pensamiento solamente sino vivencial, es baluarte de mi fe, de mi esperanza y amor hasta el final.
Madre, ayúdame a proclamar tu Magníficat. (A.E.C.)