“… para que todo el que cree en Él tenga vida eterna” Juan 3, 5a; 7b-15
Por regalo divino, creo en Jesús y espero con todas mis fuerzas serle fiel para alcanzar la vida eterna. Me siento redimida por Él y quisiera que las personas a quienes amo lo admitieran en sus vidas. Me queda muy claro que si fijo los ojos de mi alma en Nuestro Señor Jesucristo clavado, muerto en la Cruz por nuestros pecados y resucitado, el don de la fe en Él me alcanzará la salvación. Pero no puedo tranquilizarme con esta promesa maravillosa. Muchísimos hombres y mujeres jamás han conocido a Nuestro Salvador o peor aún, lo han despreciado, rechazado y hasta odiado. Debo pedir la gracia de un celo inmenso por la salvación de mis hermanos.
Jesús, Madre querida, rueguen por nosotros los pecadores. (A.E.C.)