“Vosotros sois la sal de la tierra.” Mateo 5, 13-16
He sido llamada a dar sabor de Dios; por eso debo unirme a Él quitando los obstáculos que me lo impiden. Por tanto, es preciso que huya de la disipación y de todo lo que me saca de su intimidad amorosa. Necesito suprimir palabras o conversaciones inútiles, curiosidades tontas y en general disipaciones sin sentido que a nada conducen. Si la naturaleza de la sal es preservar de la corrupción y dar gusto a los alimentos, yo debo preservar de la corrupción del pecado y hacer gustar y desear todos lo bienes que nos centran en el mismo Dios y en nuestro bien eterno. Y es que un mundo sin sabor a Dios es asfixiante, oscuro, insoportable. No puedo olvidar a quienes no conocen otros ambientes y no saben lo que es respirar lo bueno en todo sentido, lo santo, lo divino.
Gracias Señor por permitirme vivir en medio del bien y tan cerca de Ti y de mi Madre Inmaculada. (A.E.C.)