Pajarito.
Foto: Archivo.
“No tenéis pues que temer; valéis vosotros más que muchos pajarillos”. Mateo 10, 26-33
Éstas palabras de Nuestro Señor Jesucristo como que hacen sonreír mi alma. Los pajaritos me gustan muchísimo. Me encanta mirar en ellos su forma y color, sus movimientos y escuchar los cantos de algunos. Pero tienen una vida corta y después de ella dejan de existir y ya. Nuestra alma en cambio no muere; le espera gozar de Dios eternamente después de la purificación o carecer para siempre de la visión de Dios.
En fin, valemos la Sangre adorable de Jesús, nuestro Redentor. Somos, soy muy valiosa a los ojos del Padre, del Hijo y del Espíritu Divino. Es preciso que, con su gracia, viva para ellos. Mi destino es muy grande, no puedo entretenerme en minucias. Este eco me centra en la confianza en mi Dios. De Él vengo, en Él estoy y voy hacia Él. Pero también tengo que pensar en quienes se comportan como si su destino no fuera eterno.
Madre, no te olvides de ellos. (A.E.C.)