Jesús y el leproso.
Imagen tomada de Internet.
“Viniendo a Él un leproso le adoraba diciendo: Señor, si Tu quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, extendiendo la mano, le tocó, diciendo: Quiero; queda limpio; y al instante quedó curado de su lepra”. Mateo 8, 1-4
Desde que este leproso se acercó a Jesús ya creía en Él; es decir, ya reconocía que tenía un poder divino para sanar. Se acercó creyendo que era más que un profeta y puso en Él su confianza. Y el Señor no lo defraudó.
En este pasaje Evangélico aprendo a orar creyendo que recibiré lo que le manifiesté con humildad y confianza. Aquí cabe la máxima evangélica que repito frecuentemente: “al que pide y cree que recibirá, se le concederá”. (Cfr. Marcos 11, 24)
“Yo creo Señor, pero aumenta mi fe”. (Cfr. Marcos 9, 24) (A.E.C.)