Jesús calma la tempestad.
Imagen tomada de Internet.
“¡Señor, sálvanos que perecemos!” Mateo 8, 23-27
Este grito expresa confianza y a la vez desconfianza. De todas maneras, Nuestro Señor ve que sus discípulos no acaban de conocerle, no obstante haber estado con Él y haber visto y oído de sus obras de poder. Su sorpresa revela que no saben que es el Hombre-Dios, el Mesías prometido, el Omnipotente, el Dios con nosotros.
Si soy sincera cada vez que me he preocupado yo misma, he tenido la misma actitud. Hoy hago al Señor la petición de que me permita creer siempre que es Dios y que, por tanto, es capaz de darme una fe y confianza sin sombras ni límites, una fe que incluya la gratitud por el bien recibido.
El mundo necesita hombres y mujeres de fe contagiosa. Reconozco que mi Dios uno y Trino me ha colmado de bendiciones, he experimentado su Salvación.
¡Gracias, muchas gracias, mi Dios porque has estado grande con nosotros! (A.E.C.)