“Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis el reposo para vuestras almas”. Mateo 11, 25-30
El yugo de Nuestro Señor es la Voluntad divina inefablemente salvífica y amorosa. Ante ella me doblego ya que proviene de mi Dios y sé que Él es inefablemente Bueno, Sabio, Justo y posee en grado sumo todas las perfecciones.
Jesús en su vida mortal se identificó plenamente con el Querer Divino ya que su filialidad hacia el Padre es absoluta. Su Sí fué íntegro, manso y humilde desde su Encarnación hasta su Muerte en la Cruz.
Madre, intercede por mí para que yo, pueda imitar a tu Hijo queridísimo. (A.E.C.)