“Yo por mí, te he glorificado en la tierra: tengo acabada la obra cuya ejecución me encomendaste”. Juan 17, 1-11a
Nuestro Señor Jesucristo realizó perfectísimamente la obra que el Padre le encomendó. Se Encarnó, vivió entre nosotros oculto durante treinta años, trabajó arduamente, sufrió contradicciones, padeció tormentos espantosos, murió clavado en la Cruz y resucitó al tercer día. Y todo para que el Padre fuera “conocido y adorado en todo el mundo” como afirma San Agustín. Por Amor inconmensurable, quiso sufrir todo por amor a su Padre y a nosotros. Por su Encarnación, Santidad de Vida, Predicación en medio de contradicciones terribles, Muerte y Resurrección, nos redimió y nos alcanzó la filiación divina por adopción. Si miro mi vida, reconozco la Bondad infinita de mi Dios pero también lo lejos que estoy de haber correspondido a su Ternura infinita. ¡Cuánta gloria le he robado, cuánto esfuerzo y amor me han faltado!
Perdón Señor, perdón. Madre, alcánzame la gracia de una entrega total. (A.E.C.)