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“El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la escondió en la masa de modo que la fermentó toda”. Mateo 13, 31-35
Si soy levadura y sé que el Señor quiere que lo sea, debo cambiar las cosas desde dentro y para bien. Por ejemplo: si no hay amor debo encenderlo con el testimonio y el fuego del Santo Espíritu de Dios. Y así con todo lo demás: el fervor, el silencio, la oración, la alegría en el Señor, la bondad, la generosidad. Pero es preciso que esté muy unida a Él porque de lo contrario, de mi misma nada puedo porque soy nada. Pero… “todo lo puedo en Aquél que me conforta”. (Cfr. Filipenses 4, 13); la oración y el silencio me ayudarán. No puedo dejar pasar los días ni las ocasiones; cuántos se santificaron en lo ordinario de la vida porque amaron y se olvidaron de sí mismos.
Madre, que desde lo que soy, cumpla mi misión. (A.E.C.)