San Joaquín, Santa Ana y la Niña María.
Arte: Andrea Jimena Bernal.
“… Y Tú le pondrás por Nombre Jesús porque Él salvará a su pueblo de los pecados”. Mateo 1, 1-16; 18-23
Miro hoy a la Santísima Virgen en su nacimiento. Me detengo en su persona, en su misión de Madre del Hijo Eterno del Padre y Salvador Nuestro. El Sí que pronunció fue definitivo para el Misterio de nuestra Redención.
En este día me fijo en la pequeñita de nuestra misma raza humana a la que el pecado no rozó y le doy las gracias. Ella no puso obstáculo al designio divino y por la acción del Espíritu santo, regaló su substancia corporal a Jesús. Más aún su espíritu, su alma, su Amor pleno, indiviso y total. Fue siempre Servidora del Trono de Dios y nos invita a serlo a imitación suya.
Madre, te miro pequeñita y me enternezco. Eres nuestra esperanza; intercede por nosotros y no nos desampares jamás. (A.E.C.)