“Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios”. Lucas 6, 20-26
¡El Reino de Dios! Es decir, el estado en el cual ya no habrá llanto ni dolor y poseeremos a Dios con sus infinitas perfecciones. Le veremos cara a cara y seremos plenamente felices al mirarle a rostro descubierto. Allí no habrá sombras ni muerte; el sol será el Cordero y nuestro oficio amar, alabar y glorificar a nuestro Dios Uno y Trino. Y para tanta felicidad, basta con dejar lo que nada vale y hacer lo que le gusta al Señor.
Madre, ruega por nosotros. (A.E.C.)