“… y entonces verás claro”. Lucas 6, 39-42
Tengo que temer a la ceguera sobre mi propia realidad interior. Antes de mirar los pequeños errores de los demás, es preciso que me mantenga en estado de conversión. Si me conozco, si me tengo por la que soy realmente ante Dios y los hombres, me llegaré a todos en actitud de respeto y misericordia y no de juez implacable.
Jesús es la Luz que ilumina a todo hombre que viene a este a mundo, si lo sigo no andaré en tinieblas, si me miró en Él, sabré lo que el Padre quiere de mí y no me negará su gracia. Solamente así podré ayudar a mis hermanos y hermanas.
Señor, que por la intercesión de la Santísima Virgen, Tu Luz me ilumine. (A.E.C.)