“… y la tuvo consigo en su casa.” Juan 19, 25-34
Puedo decir: y la tengo conmigo en su Casa. Si Juan la llevó a su casa porque Jesús se la legó por madre, a mí, a nosotras, nos trajo a su Casa. Entonces, afirmo: y me tiene, nos tiene con Ella, en su propia Casa; nos ha dado muchas muestras de ello. Me repito con gozo indecible: Gracias Madre por tenerme, tenernos en tu Casa. Te percibo, te nos haces presente, estás aquí, vas por todas partes. No me refiero a la materia de su cuerpo inmaculado y asunto al cielo, pero está. Son secretos del alma que nos establecen en la paz y nos llenan de gratitud. Sin embargo, debemos preguntarnos: ¿son nuestras actitudes interiores y nuestros actos, acordes con los suyos? ¿Obramos guiadas por el Espíritu Santo y según sus dones y frutos? (Cfr. Gálatas 5, 18) o según las obras de la carne? (Cfr. Gálatas 5, 19-22)
Madre, ayúdanos con tu intercesión por favor. (A.E.C.)