“Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis”. Lucas 10, 17-24
En realidad, he visto el Amor y el Poder de mi Dios que sana corazones, santifica espíritus, realiza maravillas, nos colma de bondades y nos llena de paz y de gozo. Puedo decir: yo soy testigo del Poder de Dios, pero mi fe, esta virtud que recibí gratuitamente, me hace ver con los ojos de mi alma, maravillas que trascienden toda posibilidad natural y racional. ¿Qué veo con los ojos de mi alma? ¿qué evidencia moral tengo que trasciende toda inteligencia? Veo al Verbo Eterno de Dios hecho Hombre para salvarnos con su inmolación, que se nos da en la Divina Eucaristía y permanece con nosotros hasta la consumación de los siglos.
¡Proclamo tu Grandeza Señor! (A.E.C.)