Grupo de novicias HdF.
Foto: Archivo.
“Todo aquel que quisiere salvar su vida, la perderá y quien la perdiere la conservará.” Lucas 17, 26-37
Esto lo entendieron perfectamente los mártires y santos en general, de todos los tiempos y lugares. Pero también lo entiendo de quienes preferimos la vida según Dios a disfrutar en ella de goces y placeres prohibidos y efímeros; abandonar el mundo y lo que conlleva a los veinte años y hacerlo por Dios, es locura y aún desperdicio. Pero en realidad, el don de la vocación a la vida consagrada es inimaginable. Dejamos lo transitorio por lo eterno, lo bueno por la parte mejor; recibimos aquí abajo muchísimo más de lo que dejamos y luego, el goce sin fin de la posesión de Dios. No faltarán sufrimientos y persecuciones, pero son nada frente a lo que recibimos.
Con mi Madre repito: ¡Bendito seas por siempre Señor! (A.E.C.)