¿“Y Dios, dejará de hacer justicia a sus escogidos que claman a Él día y noche?” Lucas 18, 1-8
En varias ocasiones Nuestro Señor nos insistió en la necesidad de perseverar en la oración. Pero debo hacerlo con humildad, fe, confianza, sin desfallecer y con amor. Nos contó la parábola del que importuna por la noche hasta que recibe lo que está pidiendo. Él mismo oró en la soledad de la montaña, en las noches y en los amaneceres. Y en el Huerto, volcó su Corazón colmado de tristeza mortal en su Padre, a Quien clamó en su angustia. En la última Cena oró por los suyos y en la Cruz pidió el perdón para los deicidas que lo estaban martirizando. ¿Y yo qué haré?
Madrecita, ayúdame a orar siempre y sin desfallecer. (A.E.C.)