“… porque para Él todos viven”. Lucas 20, 27-40
Mi alma es inmortal; también la de los míos que ya no viven en esta tierra. Pero tengo que velar y orar para alcanzar el cielo no solamente para mí y para muchísimos. Tengo el ejemplo de los santos que no ahorraron privaciones y sufrimientos para alcanzar la salvación de sus hermanos. No puedo olvidar que lo contrario sería absurdo, egoísta e irresponsable.
Madre, ruega por nosotros los pecadores. (A.E.C.)