“… pero ésta de su misma pobreza, ha dado lo que tenía y necesitaba para su sustento”. Lucas 21, 1-4
No puedo pensar que ya lo di todo; eso sería perder el anhelo de entregarme por completo sin reservarme nada. Si soy sincera y amo de verdad al Señor, cada día podré entregarle pequeñas o grandes privaciones por su gracia y con amor. Y esto desde omitir una queja, un gesto de desagrado, un brote de mal carácter, unas palabras desagradables, una crítica. Puedo darlo todo al orar, al comer, al trabajar, al compartir, al descansar. Aún me falta generosidad con Quien nada ahorró por todos; siempre debo: amar, orar, sufrir, callar y ofrecer.
Madre, quiero darlo todo, pero te necesito; ayúdame por favor. (A.E.C.)