“En aquella hora Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: “Te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra…” Lucas 10, 21-24
Me acerco reverente al alma de Nuestro Redentor; siempre vivió cara a su Padre. Cada emoción, sentimiento, deseo o pensamiento los dirige a Él. En todas las encrucijadas de su Vida de Hombre-Dios, de Hijo y Hermano y Salvador nuestro, le busca filial y amorosamente. Mi Maestro es el orante permanente. Me enseña a vivir en continua actitud de amar, orar, sufrir, callar y ofrecer; así lo entendió mi Madre querida y así quieren que viva yo. No puedo dejar pasar el tiempo sin darle estos contenidos salvíficos.
Ayúdame Madre amada. (A.E.C.)