“… pues mi roca eres tú y mi fortaleza”. Salmo 71, 1-4ab; 7-8; 17
En los vaivenes de la vida, por bendición divina, nunca me desespero. Inclusive, un día me sucedió algo increíble: estábamos tratando de comunicarnos telefónicamente con una señora para un asunto delicado, pero ella no respondía; cuando ya íbamos a desistir, levanté la cabeza y la persona a quien necesitaba, estaba allí, frente a mí y me miraba sonriente. También, llegamos a visitar a mi hermano enfermo, para regalarle bocaditos navideños y era lo que él estaba anhelando. En fin, tengo que apoyarme en mi Dios tanto para lo grande como para lo pequeño. Yo sé de Quien me he fiado. Y así podría escribir libros enteros con este tema de las delicadezas divinas y de sus grandes favores.
¡Amén! (A.E.C.)