Pesebre.
Arte: HdF
“… y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre lleno de gracia y de verdad”. Juan 1, 1-18
En realidad, yo no puedo afirmar que haya visto la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, Hombre y Dios a la vez. En una cueva muy pobre y muy humilde, veo a la Virgen María con un niño sometido al frío y al hambre, gime y duerme, se deja llevar en los brazos de su Mamá y en los de José. Mira, sonríe, llora y es Dios como su Padre y el Espíritu Divino. Es el deseado de todas las Naciones, el anunciado por los profetas, Aquél que partió en dos la Historia de la Humanidad. Fijo en Él mi mirada interior, callo, adoro, agradezco su presencia entre nosotros; el Misterio me domina y lanza a anunciar su Amor salvador.
Gloria a Ti mi Dios.
Madre, déjame amarle Contigo. (A.E.C.)