Purificación de María.
Imagen tomada de Internet.
“Y a Ti, una espada te traspasará el alma”. Lucas 2, 22-40
Tengo ante mí, a una Madre joven, casi niña. Es la Madre de Jesús, mi Salvador y también la mía. En su apariencia frágil tiene la Fortaleza que le comunica su Esposo, el Mismo Espíritu Divino. Pero sufre intensamente; la Sagrada Escritura no era desconocida para Ella y sabía del cántico de Isaías sobre el Siervo de Yahvé. Ante las Palabras de Simeón, no se arrepiente de su Fiat. Lo pronuncia de nuevo con inefable amor a su Dios, a su Hijo y a la misión que se le ha encomendado.
Madrecita, enséñame a sufrir con tu mismo amor, generosidad y entrega por la salvación de muchísimos hermanos y para la Gloria del Padre. Intercede por nosotros, por favor. (A.E.C.)