Presentación del Niño Jesús en el Templo.
Imagen tomada de Internet.
“… no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones”. Lucas 2, 36-40
La figura bíblica de Ana me interpela hoy. Dedicó su vida al Señor de manera incondicional y el Espíritu Santo la colmó del conocimiento de los designios divinos.
¡No se apartaba del Templo! Yo debo hacer lo mismo. Vivo felicísimamente bajo el mismo techo de Jesús Eucaristía y además, soy templo de la Trinidad adorable. Por lo tanto, debo vivir en función de Ellos y en medio del ajetreo diario, no alejarme de su presencia.
¡Sirviendo a Dios con ayunos y oraciones! No puedo prescindir de una vida austera y mortificada y la oración en todas sus facetas debe ser mi preocupación primera.
Madre, intercede por mí para que pueda imitar a Ana. (A.E.C.)