“Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.” Marcos 7, 24-30
El Señor sondea nuestro corazón y da su gracia a los humildes. La respuesta de la mujer fenicia alcanza la liberación de su hija; Jesús no se molesta ante nuestra insistencia. A Él le agrada la perseverancia confiada; recuerdo la parábola del hombre que acude a su amigo a media noche y es atendido por más inoportuno que sea y aún para que deje de molestar. Cuando pido algo en la oración debo hacerlo con sinceridad, sencillez, sin doblez y reconociendo lo que soy y que por mi misma nada merezco. Tengo que revisar mis actitudes y disposiciones interiores cuando acudo a la oración y solicito la ayuda divina. Por mí misma nada merezco y sin embargo, debo esperarlo todo de mi Dios.
Madre, cuida nuestro corazón, ayúdanos a reconocer lo que somos y a huír de toda soberbia y altivez. Por mi misma nada merezco pero la Bondad y Generosidad de mi Dios me envuelven y protegen. (A.E.C.)