“… el Espíritu empujó a Jesús al desierto.” Marcos 1, 12–15
Veo a Jesús, Hombre-Dios, bajo la acción palpable y poderosa del Espíritu de Dios que lo interna en el desierto, el silencio, la oración, la penitencia y ante todo en el Amor arrollador al Padre y a nosotros.
En este tiempo litúrgico de la Cuaresma, mi Madre la Iglesia me trae la gracia de internarme en el desierto. Quiero callar, orar y entrar en el espíritu de penitencia.
Tomaré muy en serio los numerales 59 y 60 de nuestras Santas Constituciones. Deseo escuchar desde el corazón lo que el Maestro dijo a la mujer que derramó sus lágrimas y la esencia finísima a sus pies: “Se te ha perdonado mucho, porque has amado mucho”. También quiero vivir aquello de: “La caridad cubre la multitud de los pecados”.
Dios mío yo no puedo, Tú si puedes me abandono en Ti. (A.E.C.)