Oración.
Foto: Archivo 2019
“Padre nuestro del cielo…” Mateo 6, 7-15
Todo el Padrenuestro nos permite conocer lo que nuestro Dios quiere de nosotros. Es como la ventana de su Querer Divino.
Me dejo atrapar por la primera palabra: “¡Padre!”. Ante esta asombrosa, real e inefable realidad, toda orfandad termina. Él, el Soberano y Creador del Universo, Él, de Quien proviene todo Don y Dádiva perfecta, es mi Papá. Así me hace exclamar el Mismo Espíritu Santo. Este regalo infinito, esta paternidad ante la cual se abisma todo mi ser, me la mereció, nos la mereció su Hijo y mi Hermano Mayor Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, repito desde el silencio más hondo de mi ser: ¡Abbá, Papá, Papacito! Me callo para no rozar con mis palabras el alcance infinitamente Misericordioso y Tierno del Misterio de la Paternidad Amorosa de mi Dios.
Madrecita, acompáñame a repetir lenta y gozosamente: ¡Abbá, Abbá, Abbá! (A.E.C.)
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