“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…” Marcos 12, 28b-34
Aquél que me dió la existencia como creatura suya, y por el Bautismo me hizo su hija en Nuestro Señor Jesucristo por el Espíritu Santo, me da un mandato dulcísimo: me ordena que le ame conscientemente con toda mi voluntad y por encima de cualquier otro ser. Entonces, lo que primero debo hacer es amar a Quien todo me lo dió porque me ama infinita y gratuitamente. Más aún, está en mí y según el pensamiento de San Agustín, es más íntimo a mí que yo misma. En igual línea de pensamiento, mi propia y frágil voluntad, llega a fundirse con la suya y le obedezco suavemente como el agua cristalina se desliza por la fuentecita inclinada.
Espíritu Santo, Madrecita, ayúdenme por favor, a vivir lo anterior. (A.E.C.)