Muerte de Jesús.
Imagen tomada de Internet.
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para que no perezca ninguno de los que creen en Él.” Juan 3, 16-21
Me apropio esta afirmación del Santo Evangelio de hoy. Puedo decir: Tanto me amó el Padre, ya que yo formo parte del mundo, que no se reservó a su Unigénito, a su muy Amado, a su Predilecto, al Hijo de sus complacencias. Y lo entregó no solamente para que tomara nuestra naturaleza sin dejar la divina, sino para que fuera martirizado de la forma más inhumana y todo por nuestra salvación eterna.
Esta generosidad más que asombrosa exige mi respuesta incondicional. Si tanto hizo Dios por nosotros todo cuanto yo haga por Él y por mis hermanos será siempre más que mínimo.
Madre, necesito tu generosidad plena y total. (A.E.C.)