“El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano.” Juan 3, 31-36
No estoy preparada para hacer una reflexión teológica sobre este bellísimo versículo de San Juan, pero puedo detenerme en él, adorar a mi Dios Uno y Trino y acercarme con reverencia al adorable Misterio de su Vida íntima. Me repito: El Padre ama al Hijo… Y ese Amor es la Persona del Espíritu Santo. Los Tres se Aman y ese Dios Uno y Trino se nos da y habita por la gracia en nosotros.
Puedo decir: Por su Misericordia poseo al que no cabe en la Creación entera porque es el Supremo Autor de cuanto existe, es el Dueño y Señor del Universo y de toda creatura. En Él creo, le adoro y le amo. A Él me entrego una y otra vez y le pido que me haga consecuente con mi donación. Oro por quienes se revelan contra su supremo Dueño y Señor e ignoran o no quieren entender que solo en Él está nuestra plenitud.
Quiero descansar confiada en las Manos de mi Dios. (A.E.C)